miércoles, 4 de enero de 2012

Niña de nácar

Cuando la noche o sus siete hilos de plata 
son siete huesos de mármol o un cielo de rosas 
en su temblor de pétalos, la luna en mis ojos
es un astro que no ve más que sombras.

Circular y deforme, el olvido son mis pájaros,
la ceguera del viento, la oscuridad que ennoblece 
este inerte vacío o esta migaja de pan, arrojada,
como piedra blanca, blanquísima  en mis yagas.

Tengo el presentimiento que un coro de murciélagos
anuncian las horas que pasan, aves hambrientas,
 sobre rosa sobre piel sobre viento, azul llorando.

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